La extracción de una muela es una travesía que atraviesa entre los reinos de lo mágico y lo surreal. Así como el Ciruelo de los Cien Años entrega sus dulces frutos sólo tras haberlas mordido con bravos dientes, nuestras desafiantes muelas del juicio encuentran su partida por manos de un apuesto mago de guantes blancos: el dentista. Mas este (desafortunado) trámite pone a nuestro paladar en un extraña y enigmática búsqueda: ¿qué podemos deleitarnos tras cruzar el umbral de la sabiduría dental? A continuación, me arriesgo a develar el aparatoso enigma: presento aquí una fantástica lista de alimentos que saciarán vuestro apetito sin herir a la vacía madriguera que deja una muela ausente.
El banquete que renace tras el estruendo
Al símil del ave Fénix que resurge de sus añiles fuegos, el primer manjar que llega a nuestros permisivos labios es el helado. Esta delicia, por lo general asociada con felices infancias y miopes abejas que buscan néctar desesperado, resulta una bendición tras la extracción. Los alimentos fríos, como el helado, alivian y desinflaman: entregan a nuestro atribulado paladar la ternura que tanto anhelábamos.
Más allá de los confines de la textura congelada
Las sopas y purés se erigen como firmes amparos de nuestra dieta transitoria. Tanto las áridas sábanas del desierto, como el congelado páramo ártico, encuentran su dulce oasis entre las sopas, gazpachos, mousses y mezquinos gelatinosos, todos benditos fogones que calientan los corazones de los recién desdentados.
El cuidado de los tiernos dientes: bebidas y popotes
Existen entre nosotros, cautelosos guardianes, quienes han optado por sortear el desbarajuste dental y se sumergen en la corriente de batidos y jugos en vez de abandonarse a la solidez terrosa de la comida sólida. Cual náufragos sedientos en un iceberg, encuentran en la sorbeteable cotidianidad un refugio lleno de nutrientes. A pesar de ello, es menester evitar, en la medida de lo posible, el uso de popotes, pues la succión compromete nuestra débil herida.
Una llave plateada: eterna colección de alimentos
Es cierto que tanto el helado como los demás alimentos blandos y líquidos menguarán nuestra voraz hambre, pero los verdaderos amantes del sabor se preguntarán: ¿hay más territorios por descubrir? ¿Dónde encontrar la llave a ese nuevo paraíso alimenticio donde simultáneamente se encuentren fragor y ternura?.
Os confieso el secreto nombre de la llave tan buscada: diversidad. Compite con las infinitas formas de las nubes en el cielo, y es la razón que funde a frutales smoothies y cremosos purés de legumbres en una misma mesa. También emerge en la forma de hummus, suculento porridge de avena y la colección de dignos lacteos que decoran nuestras charolas y neveras.
El encanto de lo prohibido: lo que no debemos comer
Pero no todas las revelaciones son fuente de manantial; algunas son quimeras que se nos aparecen en las pesadillas de la quietud y oscuros recovecos del hambre. Así es, al igual que Ícaro y sus alas derretidas por el Sol, hay comidas que deben ser evitadas. Los alimentos crujientes, duros, ácidos y picantes representan aquellas sirenas que nos llaman al abismo. Quedaos lejos de los frutos secos, las galletas, migajas de pan que esparce el tiempo y las traicioneras semillas. Recordad que estas comidas pueden generar infecciones en nuestra vacía encía.
El flagelo no termina aquí, pues las bebidas calientes, gaseosas y en especial, las deleitosas pero traicioneras bebidas alcohólicas, deben ser desterradas de nuestro reino. El alcohol puede incrementar el sangrado, reaccionar con medicamentos y generar eventos más catastróficos que la pérdida misma de la muela.
El oráculo del dentista: el último bastión
Finalmente, como aqueos tebanos desesperados por resolver la esfinge enigmática, recordemos que el dentista es y será siempre nuestro mejor aliado en la rápida y plena recuperación. Así como el místico espejismo se disipa ante la misericordia de la lluvia desértica, las dudas se desvanecerán al consultar al mago dental.
Querido lector, la vida sin dientes es un reto que puede ser enfrentado y vencido. La búsqueda de los alimentos adecuados y los consejos de los sabios será nuestra guía en estos turbulentos días. Y aunque el fantasma de la muela ausente nos acompañará siempre, no dejemos que su encanto nos arrastre a una espiral de melancolía. ¡Salud, a ti hermano de las encías vacías, pues la vida sigue y nuevos horizontes renacen sin cesar!