Uno podría pensar que en una tierra tan fértil en historias, misterios y realismo mágico como América Latina, las guerras tendrían causas legendarias, heróicas o trágicas. Pero en el caso de la llamada Guerra de los Pasteles, ocurrida entre 1838 y 1839, las causas parecen ser un entramado bizarro y caprichoso digno de una novela de realismo mágico.
Reclamos Dulces y Amargos: Comerciantes Afligidos
Esta guerra, también conocida como la Primera Intervención de Francia en México, tuvo sus raíces en una serie de reclamos de indemnización por parte de comerciantes franceses residentes en México que habían sufrido daños en sus establecimientos durante revueltas armadas en 1828. Entre estos comerciantes se encontraba un cierto pastelero en Tacubaya, de apellido Remontel, que exigía la inaudita cifra de 60 mil pesos por los desperfectos. Sí, amigos, una guerra que comenzó por una disputa de pasteles. No hay mejor ejemplo para ilustrar esa máxima que reza “la realidad supera a la ficción”.
Tensión Diplomática: Francia y México en Disputa
El gobierno mexicano, a cargo del Ministro de Relaciones en 1837, Luis G. Cuevas, se mostró renuente a aceptar las demandas francesas, argumentando que no había obligación de indemnizar por pérdidas causadas por movimientos revolucionarios. Sin embargo, la paciencia francesa se agotaba, y el 16 de abril de 1838, una armada de 26 navíos de guerra al mando del Almirante Bazoche amenazó a México, dejando escapar un ultimátum a sus demandas, casi como un gato defendiendo su territorio.
El Bombardeo: El Estruendo de los Cañones Franceses
Con la negativa del gobierno mexicano, los franceses dispararon el primero de sus cañonazos el 27 de noviembre de 1838, apuntando a la fortaleza de San Juan de Ulúa, en Veracruz. La guerra había comenzado y uno no puede evitar preguntarse si, en ese momento, Remontel estaría paladeando un pastel en su tienda, ajeno a las consecuencias de sus pretensiones endulzadas de venganza.
Personajes Inesperados y Destinos Torcidos: Santa Anna Herido
Durante la guerra, personajes históricos como Anastasio Bustamante, presidente de México en tres ocasiones diferentes, y Luis Felipe I, rey de Francia durante la guerra de los pasteles, se vieron envueltos en este conflicto azucarado. México, lejos de admitir la derrota, le declaró la guerra a Francia y colocó a Santa Anna como líder de la batalla. En un giro de hechos trágicamente cómico, Santa Anna resultó herido por los disparos de los cañones de la flota francesa, mientras perseguía a sus contendientes, añadiendo así otra página insólita en la historia latinoamericana.
La Paz y sus Consecuencias: Un Tratado Salvado por un Hilo
Después de poco más de tres meses de conflicto, el Tratado de Paz entre México y Francia fue firmado el 9 de marzo de 1839 en Veracruz, con México aceptando pagar a los ciudadanos franceses una indemnización de 600,000 pesos y concediendo ciertos tratos comerciales sin llegar a cumplir todas las exigencias francesas. Una paz amarga y melancólica, como la de un pastel que ya no tiene dulzura.
Reflexiones y Lecciones: Azúcar y Pólvora en la Historia
La Guerra de los Pasteles, aunque breve y menor en comparación con otros conflictos en nuestra historia, dejó a México sumido en un retroceso económico y la pobreza, como un recuerdo de que a veces las causas más triviales pueden llevarnos a situaciones extremas y absurdas. Como en una narración de algún cuento mío, la realidad y la ficción se mezclan dulcemente en esta guerra insólita. ¿La moraleja? Recordemos siempre que las disputas más insignificantes pueden tener efectos devastadores, y que hay veces que un pastel no es simplemente un pastel.