La violencia, esa sombra persistente que se cierne sobre nuestras vidas, nos acecha en diversos ámbitos y formas. Desde lo físico hasta lo psicológico, atraviesa nuestra existencia dejando marcas indelebles. En esta ocasión, me propongo sumergirme en las aguas turbias del tema central: ¿qué es la violencia física?
Los diferentes rostros de la violencia
No toda violencia deja huellas a simple vista, pero todas comparten la característica de causar perjuicios a quien la padece. La violencia física, la que nos ocupa, es un fenómeno que utiliza la fuerza material para dañar el cuerpo ajeno. Pero no olvidemos que coexiste con otras manifestaciones, como la violencia psicológica o emocional, la sexual, la económica y la de género. Hoy, quiero que nuestros ojos estén bien abiertos ante la violencia física, pues algunas veces se nos presenta tan cotidiana que puede pasar desapercibida frente a nosotros.
Dibujando el mapa de la violencia física
Para entender la magnitud de esta problemática, permitamos que los números hablen. Las cifras en aumento, tanto a nivel mundial como en nuestro querido México, señalan la urgencia de atender esta situación y prevenir su escalada. En nuestro país, según la ENDIREH 2016, 8.4 millones de mujeres han sufrido algún tipo de violencia física por parte de sus parejas en el transcurso de su relación. De estas valientes mujeres, 3.1 millones declararon haber padecido daños físicos a raíz de las agresiones recibidas.
Buscando las raíces de la violencia
Escudriñemos las causas de este flagelo. La violencia, tanto la física como sus otros rostros, es una herencia ancestral y persistente del pasado ancestral de nuestras sociedades. Los abusos de poder, las condiciones de vulnerabilidad y las inequidades sociales generan el caldo de cultivo perfecto para que germinen estos actos violentos. Como un valiente Quijote, cual héroe literario, es nuestra labor colectiva adentrarnos en la lucha contra los molinos de viento del control, el miedo y la humillación.
El precio de la violencia física
Las heridas que deja la violencia van más allá de la piel. La lesión física que sufre la víctima, si bien es la más fácil de evidenciar, no logra mostrar en su totalidad las consecuencias que se desprenden de un acto violento. El dolor se esparce, afectando también la salud emocional y mental de quien la sufre. Es preciso entender que esta violencia traspasa las barreras del daño estrictamente físico.
La importancia de la denuncia y la búsqueda de apoyo
Ser víctima de violencia física es, en sí mismo, un gran peso que cargar. Denunciar estos hechos y acudir a la búsqueda de apoyo cuando lo necesitamos es parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Ya sea llamando a números de emergencia o acudiendo a la fiscalía, nuestro deber es alzar la voz y contribuir a erradicar este flagelo.
El desafío de la prevención y la erradicación
Me pregunto, ¿será posible prevenir la violencia física? En tanto y cuanto practiquemos la tolerancia, el respeto y la comunicación, encuentro esperanza en la respuesta afirmativa. Nuestro rol debe ser el de educadores y ejemplo para la sociedad en que cohabitamos, alejándonos del silencio cómplice y derribando los muros de la indiferencia.
Finalmente, mis queridos lectores, dejemos volar nuestras reflexiones en torno a la violencia física, sus causas y consecuencias, y no permitamos que su sombra nos invada de silencio. Abracemos la pluma con la que redactamos nuestras existencias y aboguemos por una vida más justa y humanizada.
